Actualmente, la mayoría de las baterías son de ion de litio. Una batería consiste en una pila o celda voltaica (o galvánica) que convierte la energía química de una reacción en energía eléctrica. Las baterías de ion de litio son dispositivos diseñados para almacenar energía eléctrica, y emplean como electrolito una sal de litio que consigue los iones necesarios que la reacción electroquímica reversible que tiene lugar entre el cátodo y el ánodo.
De ésta manera, las sales almacenan electricidad de forma química. Cuando la batería se agota, quiere decir que se ha producido la totalidad de la reacción y podemos recargarla volviendo a generar la misma reacción. Esto se consigue, cómo no, conectando la batería al cargador y el cargador a la corriente.
Estas baterías ofrecen una serie de ventajas sobre otras similares, como las de níquel-cadmio, pero presentan también sus inconvenientes. Por ejemplo, tienen el menor efecto memoria de todas las tecnologías, por lo que cada cierto tiempo hay que calibrarlas. Además, al fabricarse con materiales potencialmente inflamables, debe controlarse constantemente su temperatura. Por otro lado, descargarlas completamente o dejarlas al sol, o bien mantenerlas totalmente cargadas durante mucho tiempo, también reduce su vida útil, que normalmente se encuentra en torno a los 800 o 1000 ciclos (unos tres años de vida).